Nuestra Señora de Guadalupe cuya imagen tiene su principal culto en la Basílica de Guadalupe en la ciudad de México.
La Virgen que después de cuatro apariciones al indígena Juan Diego apareció en forma instantánea en el Ayate, atuendo que sirve como bolsa agrícola elaborada de fibras de maguey, después de recoger rosas de castilla en el cerro del Tepeyacac, relatada en el Nican Nopohua (aquí se narra) en lengua náhuatl.
La virgen de Guadalupe, patrona de la Nueva España. Simbolizó al nuevo culto que proporcionó fundamento espiritual autónomo para la iglesia mexicana, pues a partir de entonces se afirmó la idea de que la cristiandad americana surgió gracias a la intervención de la virgen de Guadalupe. Los criollos, los indígenas y las castas se unieron en la veneración de la Guadalupana, que representaba a la patria criolla.
Esta veneración se convirtió en factor de unidad nacional. La imagen sería invocada y expuesta como un remedio contra las sequías, las inundaciones y las epidemias y, más tarde, los Insurgentes la adoptaron como estandarte político, lo cual desligó seis naciones centroamericanas, México y parte de los Estados Unidos.
De este modo surgió un símbolo nacional, reconocido por la inmensa mayoría de habitantes de la Nueva España, símbolo que liberó a los criollos de su origen español, los desligó de España y les permitió identificarse con la tierra donde vivían.
En cuanto al lugar el cerro del Tepeyac (Tepeyacac), en este lugar había un templo dedicado a la madre de los dioses aztecas llamada Tonantzin (Nuestra Madre Venerada), donde hacían muchos sacrificios a honra de esta diosa y venían a ella de muy lejanas tierras y ahora que esta edificada la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe, la gente y los predicadores también la llamaban Tonantzin.
En el manto de la Virgen de Guadalupe se encuentra representado con mucha fidelidad, el cielo del solsticio de invierno de 1531 que tuvo lugar a las 10:40 del martes 12 de diciembre, hora de la ciudad de México. Están representadas todas las constelaciones, que se extienden en el cielo visible a la hora de la salida del Sol, y en el momento en que Juan Diego enseña su ayate al obispo Zumárraga. En la parte derecha del manto se encuentran las principales constelaciones del cielo del Norte.
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